domingo, 7 de septiembre de 2008

Iridiscente


Se acabó la noche,
todos los astros ya calleron lejos,
el mar estalla en resonancias armónicas como un eco,
ensordeciendo al más lejano con sus manos eternas,
con su ritmo inconstante, sin silencios.

Así, envuelto en esa brisa salada,
crispa el pelo la estación de estío,
trae luego la fragancia pura
y enciende en trinos nuevos desenfrenos.

Es el viento del sur en su atávico estertor,
como un fuego de luz que atrapa los anhelos
y esquiva como un ciego el miedo y el temor
tomando toda el ansia que amanece en mi interior.

2 comentarios:

Eduardo Galleguillos Castro dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Eduardo Galleguillos Castro dijo...

Es incomodo pero en el buen sentido.
Me gusta lo abstracto de tu sentir, el potencial sentimental que irradia como luces.

Te cuidas hombre , un fugaz y calido abrazo.