lanzando cada resto de nuestros restos
ocupando cada sitio que no vimos,
ocultando en las entrañas de este valle todo lo prohibido.
Y nada pudo impedir que la muerte
Y nada pudo impedir que el hastío
colapasara la ciudad eternamente
infectando con su vaho nuestros ritos,
ritos de magia, de luz y de sombra,
ritos que encendieron palomas y alondras,
ritos que se perdieron
esfumándose en el olvido de nuestras miradas
que oxidadas de dolor
se mantuvieron quietas en vacío y en espasmo.
No se puede volver hacia atrás
y tampoco se puede esconder lo vivido,
por eso la ola que trae una mariposa
estalla hoy recordando espejismos
que renacen como ecos y como almas
en busca de cielo, de paz y de calma,
por eso, aunque cierren las ventanas algún día,
nada impedirá que el tiempo las abra,
entregando la verdad,
entregando las calles
y conciencias liberadas.