
Guardé cada palabra tuya en un sobre blanco
con fotos nuestras (y retazos),
antes estaban esparcidas como hojas de otoño
en un cuadro oxidado.
Son ahora un mosaico de luces
que vuelven a darme el aroma de tus manos,
cuando en un tiempo lejano
plasmaste con ansias este amor incendiario.
A veces las leo, de noche, cuando palpita, en silencio,
el lucero más brillante que descubriste esa vez
cuando la distancia nos mantuvo inconstantes,
así rememoro los instantes, así dibujo tu silueta
que es la ventisca que entrega la cola
de este infinito cometa...
Es ahora la fiesta de tu pelo
y es también el suceso más eterno,
donde lo más recóndito de mi alma
dibuja en tu sonrisa nuestros anhelos.